Por Jhonny López A.
Obsequiar un libro a quien no lee, obviamente que con el aleve propósito de que lo lea implica más conocimiento sobre esa persona, que si le entregáramos cualquier otro presente.
A diferencia de las prendas, lociones, perfumes, elementos decorativos, que pueden ser trocados, otra vez regalados o aceptados a regañadientes, un libro en manos de quien no los ama, puede constituir una afrenta y el consecuente pretexto despreciativo cargado de esquirlas disparadas para sembrar culpa: “Saben que no leo”. (Ler mais)
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